¿Guerrilla cultural?
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¿El rol del intelectual y del artista en la sociedad?
Poner en evidencia en el interior de cada medio las contradicciones existentes. Desarrollar una acción a fin de que sea la misma gente la quien produzca los cambios. La casi totalidad de lo que se conoce como “cultura” contribuye a la prolongación de un sistema fundado sobre relaciones entes dominantes y dominados. La persistencia de esas relaciones es garantía para el mantenimiento de la dependencia y de la pasividad de la gente.
La sociedad, asimilando las nuevas actitudes, lima todas las aristas y cambia en hábitos o en modas todo lo que habría podido tener un comienzo de agresividad, con relación a las estructuras existentes.
Hoy, se hace mucho más evidente la necesidad de replantear el papel de artista en la sociedad. Es necesario adquirir una lucidez más grande y multiplicar las iniciativas de la difícil posición del que, empapado en una realidad social dada, y comprendiendo su situación comprometida, intenta sacar partido de las posibilidades que se le ofrecen para, con ellas, producir cambios.
Cuando la gente comience a mirar por sus propios ojos, cuando constate que los esquemas mentales que la aprisionan están muy lejos de su realidad cotidiana, las condiciones estarán maduras para una acción de destrucción de esos esquemas.
Ciertamente el peso enorme de la tradición artística y de los condicionamientos que ellas ejercen, nos hace dudar. Y muchas veces volvemos la mirada hacia el pasado, donde se encuentran los estereotipos históricos y los valores establecidos que intentan prolongarse.
Puede verse fácilmente en la sociedad dos grupos bien diferenciados. De un lado, una minoría que determina totalmente lo que hace a la vida de esa sociedad (política, economía, normas sociales, cultura, etc.). Del otro lado, una masa enorme que sigue las determinaciones de la minoría. Esa minoría actúa en pos de que las cosas se prolonguen. Y que, cambiando en apariencias, las relaciones permanezcan idénticas.
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Los jóvenes plásticos condicionados (por la enseñanza, por la impregnación de ideales que obedecen a esquemas preestablecidos, por el deslumbramiento del éxito, etc.) pueden ser estimulados por ciertas evidencias y orientar sus trabajos en un sentido diferente.
Pueden:
- Cesar de ser los cómplices inconscientes, involuntarios de los regímenes sociales, donde es de dominados a dominantes.
- Llegar a ser motores y despertar la capacidad adormecida de la gente, a fin de que ellos mismos decidan su destino.
- Orientar sus potencias de agresividad contra las estructuras existentes.
- En lugar de buscar innovaciones en el interior del arte, cambiar, en la medida de lo posible, los mecanismos de base que condicionan la comunicación.
- Recuperar la capacidad de creación de los que están en actividad ahora (cómplices generalmente involuntarios de una situación social que mantienen la dependencia y la pasividad en la gente): intentar fundar una acción práctica para transgredir los valores y romper los esquemas; desencadenar una toma de conciencia colectiva y preparar, con claridad, empresas que pondrán en evidencia el potencial de acción que la gente lleva en sí.
- Organizar una especie de guerrilla cultural contra el estado actual de las cosas, subrayar las contradicciones, crear situaciones donde la gente reencuentre su capacidad de producir cambios.
- Combatir toda tendencia a lo estable, a lo durable, a lo definitivo; todo lo que acreciente el estado de dependencia, de apatía, de pasividad, liberarlos de los hábitos, de los criterios establecidos, de los mitos y de otros esquemas mentales nacidos de un condicionamiento cómplice con las estructuras del poder. Sistemas de vida que, aun cambiando los regímenes políticos, continuarán manteniéndose si nos lo cuestionamos.
El interés reside de hoy en adelante, no ya en la obra de arte (con sus cualidades de expresión, de contenido, etc.) sino en la impugnación del sistema cultural. Lo que cuenta es, más que el arte, la actitud del artista.
Le Parc, marzo de 1968
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